Paula Ortiz decía en una entrevista
que en el cine español había que perderles el miedo a los clásicos. Y me
resulta gracioso viendo lo que ha hecho ella, que consigue que adaptar un
clásico de manera magistral parezca fácil, y desde luego no lo es. Y es que
para el que ya es su segundo largometraje, La
Novia, la joven cineasta zaragozana ha decidido adaptar Bodas de Sangre nada más y nada menos,
la obra de 1931 escrita por Federico García Lorca, y lo ha hecho de la mejor
manera posible, combinando lo mejor de la obra del autor granadino y lo mejor
del mundo del cine.
Para esta adaptación, Ortiz ha
mantenido el desarrollo argumental de la obra de Lorca y sus diálogos, pero los
ha re-distribuido en diferente orden y en diferentes escenarios, librándolos de
las limitaciones que quedan impuestas por el hecho de que fuera originalmente
escrita para teatro. Y el resultado no ha podido ser más brillante. Las
palabras de Lorca no solo no han perdido la potencia que tienen sobre el texto,
sino que han ganado enteros con la nueva recolocación del guion que la
directora ha escrito junto con Javier García Arredondo, haciendo que incluso
tengan más coherencia y más fuerza que en el texto original.
Y a esto ha
contribuido la magnífica dirección de Ortiz, que ha construido una atmósfera
más lorquiana que en la propia obra, donde las palabras del autor lucen como
nunca. Algo que ha conseguido combinando lo onírico, los símbolos y la poesía
implícita en todas las obras del autor granadino mediante unas imágenes de una
belleza sencillamente abrumadora. Todo ello reflejado en los cristales, que no
estaban presentes en el texto original, en esa luna que tanto le costó rodar a
la directora y que finalmente tuvo que añadir en post-producción, que aquí no habla como en la obra original, pero que tiene una constante presencia que consigue sin abrir la boca, y cuyos
diálogos son recitados por la mendiga, una representación de la muerte que sí
que estaba en el texto, pero que aparece aquí de manera recurrente, y que
beneficia a la historia de una manera impresionante. Tanto, que me extraña que
no se le ocurriera a Lorca en primer lugar. Por supuesto, aquí la fotografía de
Migue Amoedo juega un papel esencial porque embellece de manera extraordinaria
todos los planos de la película, y convierte en poesía todo aquello que rueda
la cámara de Ortiz. Uno de los mejores trabajos de fotografía que he visto en este
año, que convierten a La Novia en una
verdadera obra de arte, porque como decía, hay tanta belleza en la película que
abruma.
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