lunes, 12 de diciembre de 2016

"La Novia" y la celebración del fascinante mundo Lorquiano


Paula Ortiz decía en una entrevista que en el cine español había que perderles el miedo a los clásicos. Y me resulta gracioso viendo lo que ha hecho ella, que consigue que adaptar un clásico de manera magistral parezca fácil, y desde luego no lo es. Y es que para el que ya es su segundo largometraje, La Novia, la joven cineasta zaragozana ha decidido adaptar Bodas de Sangre nada más y nada menos, la obra de 1931 escrita por Federico García Lorca, y lo ha hecho de la mejor manera posible, combinando lo mejor de la obra del autor granadino y lo mejor del mundo del cine.

Para esta adaptación, Ortiz ha mantenido el desarrollo argumental de la obra de Lorca y sus diálogos, pero los ha re-distribuido en diferente orden y en diferentes escenarios, librándolos de las limitaciones que quedan impuestas por el hecho de que fuera originalmente escrita para teatro. Y el resultado no ha podido ser más brillante. Las palabras de Lorca no solo no han perdido la potencia que tienen sobre el texto, sino que han ganado enteros con la nueva recolocación del guion que la directora ha escrito junto con Javier García Arredondo, haciendo que incluso tengan más coherencia y más fuerza que en el texto original. 



Y a esto ha contribuido la magnífica dirección de Ortiz, que ha construido una atmósfera más lorquiana que en la propia obra, donde las palabras del autor lucen como nunca. Algo que ha conseguido combinando lo onírico, los símbolos y la poesía implícita en todas las obras del autor granadino mediante unas imágenes de una belleza sencillamente abrumadora. Todo ello reflejado en los cristales, que no estaban presentes en el texto original, en esa luna que tanto le costó rodar a la directora y que finalmente tuvo que añadir en post-producción, que aquí no habla como en la obra original, pero que tiene una constante presencia que consigue sin abrir la boca, y cuyos diálogos son recitados por la mendiga, una representación de la muerte que sí que estaba en el texto, pero que aparece aquí de manera recurrente, y que beneficia a la historia de una manera impresionante. Tanto, que me extraña que no se le ocurriera a Lorca en primer lugar. Por supuesto, aquí la fotografía de Migue Amoedo juega un papel esencial porque embellece de manera extraordinaria todos los planos de la película, y convierte en poesía todo aquello que rueda la cámara de Ortiz. Uno de los mejores trabajos de fotografía que he visto en este año, que convierten a La Novia en una verdadera obra de arte, porque como decía, hay tanta belleza en la película que abruma.

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